Pero tiene que pasarle todo eso.
La cosa estuvo como sigue: estaba yo muy agusto en la nochecita, fui a explicarle química a un amigo y saliendo de ahí fui al Kaffe Haus o algo así, con Maye, Cris e Ibón (sí, Ibón). Me estacioné a la vueltita y vi a Pneumus mientras reíamos de los trips de Popeye, y cuando salí de ahí... ¡PUAJ! El cristal del auto reventado, los asientos de atrás abatidos y una ira terrible e infernal invadió todo mi ser, saliendo en forma de mentadas de madre en altos decibeles. Por fortuna había bajado a la pequeña Mac y a mi camarita, si no, hubiera sido el atraco del siglo y me hubiera hecho terrorista, poniendo una bomba en la Minerva o algo.
Pero bueno, el deducible del vidrito salió en 250 pesos y pues la joda de comprar un iPod nuevo y recuperar los apuntes de medio semestre, pues por alguna pendeja razón se llevaron la mochila de la escuela, con mis tareas, trabajos y todo. Ah, y el libro de ciencia política.
Si tú, lector, fuiste el que reventó el vidrio de un Peugeot 206 plateado por el rumbo de López Cotilla y Francisco Javier Gamboa, debes saber que te encontraré y te reventaré los huevos a patadas, hijo de tu reputa madre.
Con mucho cariño,
Ricardo.